La Redención obrada por Cristo ha restaurado la relación entre Dios y los hombres. La Pascua, celebrando la Redención pascual, es un momento propicio para reflexionar sobre la restauración de la personas desde la fe en Cristo muerto y resucitado. La restauración de la mente, del espíritu y de las relaciones con los otros seres humanos es una de las manifestaciones de la espiritualidad pascual.
La Redención obrada por Cristo se manifiesta en la restauración integral de las personas. San Ireneo de Lyon establece que la Pascua integral de Cristo nos hizo capaces de relacionarnos con Dios desde su propio Amor: "Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios" (Contra las herejías, IV, 34, 4. c. 180 d.C.). Esta capacidad dada por la plenitud del Espíritu Santo se manifiesta en la restauración de la imagen y semejanza de Dios que es el ser humano y esta restauración se manifiesta en varios aspectos de la vida práctica, entre ellos la mente, el espíritu y las relaciones humanas.
Restauración de la mente. El enredo emocional lleva al ser humano a sufrimientos sentimentales que llegan a profundas dolencias que, en ocasiones, van intoxicando, poco a poco, los corazones. Las personas necesitan momentos de desintoxicación emocional y sentimental, en los que las experiencias de la historia sean vistas a la luz de algo más grande, que ilumine, que ayude a comprenderlas de una manera más humana y llena de esperanza. San Agustín, en sus Confesiones (c. 397 d.C.), nos recuerda que el ser humano, en medio de los enredos de sus propias emociones y sufrimientos, la luz de Cristo ilumina y ofrece la sanación desde su Amor redentor, uniendo la vida del interior emocional con la Gracia divina, y ofreciendo una relación fecunda entre Dios y los seres humanos. La espiritualidad pascual nos invita a desintoxicar nuestra mente de las preocupaciones terrenales y a contemplar la grandeza del Amor divino manifestado en la Pasión y Resurrección de Cristo.
En la actualidad, la salud mental ha tomado relevancia entre las reflexiones acerca del ser humano en el mundo. La Redención de Cristo abraza la integridad del ser humano, incluyendo la sede de sus emociones y sentimientos. Sin embargo, la Redención y la sanación que conlleva, no se trata sólo de la propuesta de un “bienestar emocional”. La Redención en Cristo integra la realidad emocional y sentimental humana con el Amor de Dios.
Restauración del espíritu. La manera de pensar, lo que cada uno busca desde lo profundo del corazón, lo que cada uno ha aprendido por el camino y que da sentido a nuestra vida, aquello que hemos conocido que es nuestro origen y meta de nuestra existencia, va dando forma a nuestro ser personal y va expresando nuestro propio espíritu. La Resurrección del Señor Jesús restaura el ser personal desde lo más profundo de nuestras búsquedas, ahí donde nuestro espíritu se encuentra con el Amor de Dios. La Gracia de Dios nos restaura en la relación con nosotros mismos, con lo más profundo de nuestro ser humano como hijo de Dios.
San Gregorio de Nisa subraya que la Resurrección de Cristo restaura el espíritu humano, llevándolo a un encuentro profundo con el Amor divino. Esta restauración es un proceso continuo en el que el ser humano va descubriendo su verdadera identidad como hijo de Dios. Como afirma San Gregorio, "El alma que está en verdad reconciliada con Dios, y que ha recibido la participación de su vida, se convierte, en cierto modo, en todo espiritual" (De vita Moysis II, 164. c. 385).
Restauración de las relaciones con los otros, con el mundo y con la historia. La Pascua es un tiempo especial para sanar y cultivar las relaciones para que sean verdaderamente humanas, desde la nobleza de nuestra humanidad y comprenderlas dentro del plan de Amor de parte de Dios. Las relaciones con los otros seres humanos tienen muchos frutos de comunión y colaboración, que llevan consigo grandes alegrías, esperanzas y aprendizajes. Estas experiencias de alegría en la relación con los otros seres humanos requieren ser renovadas, apropiando lo obtenido para reimpulsar la vida entre todos. Pero la experiencia de relación humana conlleva también roces y heridas entre todos; llevan también lo experiencia del error y el aprendizaje que se puede tener a partir de él, así como la necesaria restauración de la relación a través del perdón De Dios y el perdón mutuo.
San Juan Crisóstomo, en sus Homilías sobre la Primera Carta a los Corintios (Homilía XXIX, 5c. 392 d.C.), subraya la importancia de cultivar relaciones humanas basadas en el amor y la reconciliación. La Pascua nos impulsa a sanar las heridas del pasado y a vivir en armonía con nuestros semejantes, reconociendo la obra redentora de Cristo en nuestras vidas.
Esta restauración de nuestras personas desde el Amor de Dios nos ayuda a comprender desde la fe la Redención realizada en Cristo. El Catecismo de la Iglesia Católica presenta la Redención en Cristo como el rescate liberador de las cadenas del pecado. El pecado esclaviza al ser humano, la libertad sólo puede ser realizada por Dios. El Hijo De Dios es el único que podía liberar al ser humano de dichas cadenas. Cristo murió por nuestros pecados y nos redimió (1Cor 15,3). Lo celebramos y proclamamos en la Eucaristía: “Este es el Cordero De Dios que quita el pecado del mundo”. Este sacrifico redentor establece la Nueva y Eterna Alianza. El Amor hasta el extremo del Señor Jesús se manifestó en su Sacrificio pascual que repara, expía y satisface la deuda de Adán y de todos los seres humanos (Catecismo de la Iglesia Católica, 595-622).
La espiritualidad de la Pascua nos invita a contemplar la Obra redentora de Cristo como una realidad viva y transformadora en nuestras vidas. A través de la restauración integral que Cristo ofrece, podemos experimentar la liberación del pecado, la renovación de nuestra mente y espíritu, y la reconciliación con Dios y con nuestros semejantes. Que en este tiempo pascual podamos caminar hacia una comprensión más profunda del Amor divino en su obra redentora. Permitamos que la Gracia de Dios transforme nuestras vidas de manera plena.