El llamado de Amós 7,14-15: «Yo no soy profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor y cultivador de sicomoros. Pero el Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: “Ve y profetiza a mi pueblo Israel”» permite reflexionar sobre el llamado divino y su impacto en la vida de los creyentes. Amós era un hombre sencillo y de origen humilde, es llamado por Dios para ser su portavoz, desafiando las expectativas sociales y religiosas de su tiempo.
Amós vivió en el siglo VIII a.C., un período de relativa prosperidad en Israel y Judá, pero también de gran desigualdad social y corrupción. Aunque era de Tecoa, una región en Judá, su misión profética se dirigió principalmente al reino del norte, Israel. A diferencia de otros profetas, Amos no provenía de una familia de profetas ni tenía una formación religiosa formal. Su trabajo como pastor y cultivador de sicomoros resalta su origen humilde y su desconexión con las autoridades religiosas de su tiempo.
El llamado de Dios. El llamado de Amós es un ejemplo claro de cómo Dios elige a quienes, a los ojos del mundo, parecerían inadecuados para llevar a cabo su misión. Este tema resuena a lo largo de toda la Biblia, donde Dios frecuentemente escoge a los humildes y marginados para cumplir sus propósitos. En 1Cor 1,27-29, San Pablo da testimonio de cómo Dios no procede según la lógica humana o el brillo de sl sólo esfuerzo o cualidad humana: «Dios ha escogido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo para avergonzar a lo que es fuerte, y lo vil y despreciado del mundo ha escogido Dios, lo que no es, para anular lo que es, para que nadie se jacte delante de Dios».
En las Confesiones (397-400 d.C.), San Agustín narra su propia experiencia de conversión y llamada, resaltando la gracia de Dios que lo sacó de una vida de pecado para convertirse en uno de los más grandes teólogos de la Iglesia. La experiencia de San Agustín muestra la libertad de la iniciativa divina en su llamado y la respuesta humana en la fe y obediencia.
San Juan Crisóstomo, en sus Homilías sobre el Evangelio de Mateo (390 d.C.), comenta sobre la llamada de los primeros discípulos de Jesús, quienes, al igual que Amós, eran hombres ordinarios, pero fueron llamados a desempeñar roles extraordinarios. San Juan subraya que la eficacia de la misión no depende de la posición social o las habilidades humanas, sino de la obediencia a la voluntad de Dios y la acción del Espíritu Santo.
Orígenes, en Contra Celsum ( 248 d.C.), reflexiona sobre la elección cuando Dios llama a individuos aparentemente insignificantes, como los apóstoles, para proclamar el Evangelio. La transformación de sus enviados y su capacidad para realizar grandes obras es un testimonio del poder de Dios y su capacidad para obrar a través de los humildes y menospreciados.
La misión profética en la sociedad contemporánea. El llamado de Amós y la enseñanza de los Padres de la Iglesia ofrecen el reconocimientos de grandes implicaciones para la vida cristiana hoy. La elección que Dios hace de los humildes y marginados desafía las prioridades y valores del mundo, que valora sobre manera el poder, el prestigio y el éxito material. Somos invitados a reevaluar cómo vemos a los demás y a nosotros mismos, y a considerar cómo podemos ser instrumentos de la voluntad de Dios en nuestro contexto actual y de cómo las semillas del Verbo y el brillo de la verdad y la caridad se cultivan en el corazón de todas las personas más allá de títulos, logros o criterios mundanos.
La humildad como virtud fundamental. La humildad cristiana nos llama a reconocer nuestra dependencia de Dios y nuestra necesidad de su Gracia. En la sociedad actual, frecuentemente se celebra y valora la autoexaltación y la victoria del poder, pero el cristiano ha de estar dispuesto a ser llamado y enviado por Dios, independientemente de las propias percepciones de idoneidad o competencia o de las percepciones según los criterios de este mundo.
La justicia social y la profecía. Amós fue llamado a denunciar la injusticia y la corrupción en Israel. Hoy, los cristianos están llamados a ser voces proféticas en sus comunidades, abogando por la justicia, la equidad y el cuidado de los marginados. La misión profética no es solo para los líderes religiosos, sino para todos los creyentes que buscan vivir fielmente el Evangelio. El modo principal de la profecía desde la fe en Cristo es tomando al decisión de vivir la justicia en la propia vida, superando la cultura de la denuncia desde el resentimiento, que a menudo termina en venganza o revolución dialéctica.
El servicio y la solidaridad. La llamada de Dios a Amós recuerda que nuestro trabajo diario puede ser un lugar de encuentro con lo divino. En nuestras ocupaciones cotidianas, estamos llamados a servir a los demás con amor y dedicación, reflejando el amor de Dios en nuestras acciones y relaciones.
El discipulado radical. Seguir la llamada de Dios a menudo implica abandonar las zonas de confort y estar dispuestos a asumir las responsabilidades de la verdad y de la justicia. Este discipulado radical requiere fe, valentía y una disposición para ser transformados, fortalecidos por el Espíritu Santo.
La llamada de Amós y la interpretación de los Padres de la Iglesia nos invitan a reconocer la acción de Dios en nuestras vidas, especialmente en los momentos y lugares más inesperados. Estamos llamados a ser testimonios vivientes de la humildad, la justicia y el amor de Dios superando lo superficial y lo temporal. La oración, el servicio y el compromiso con la justicia, son el camino de respuesta a la llamada divina para ser instrumentos de transformación cristiana en el mundo.