Edith Stein es una de las personas más destacadas del pensamiento filosófico y teológico del siglo XX. En su pensamiento, encontramos una visión profundamente integradora de la relación entre fe y razón. Su vida y obra constituyen un testimonio viviente de esta integración, la cual permite reconocer cómo puede vivirse esta relación central en la tradición cristiana. Fue judía de nacimiento, pero luego de su conversión a la fe cristiana católica y su ingreso al convento carmelita en Colonia, Alemania, tomó el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz. El Papa San Juan Pablo II la canonizó el 11 de octubre de 1999.
Como filósofa, exploró las cuestiones más profundas de la naturaleza humana, tomando de su maestro, el matemático y filósofo Edmund Husserl, la búsqueda de la comprensión del ser. Una búsqueda en la que valorará tanto la razón como la fe cristiana y en la que descubrirá la unión de la búsqueda racional de la verdad con la fe inquebrantable en Dios.
Vida y búsqueda. Nacida en 1891 en una familia judía en Breslavia, Alemania (hoy Wrocław, Polonia), Edith Stein mostró desde temprana edad un profundo interés por la filosofía y la verdad. Su búsqueda intelectual la llevó a estudiar en la Universidad de Gotinga, donde se convirtió en discípula de Edmund Husserl, el fundador de la fenomenología. Durante este tiempo, se centró en cuestiones como la empatía, la subjetividad y la naturaleza del conocimiento, temas que más tarde serían fundamentales en su reflexión sobre la fe y la razón.
Su búsqueda filosófica pronto se convirtió en una búsqueda espiritual. Viviendo la Primera Guerra Mundial y la muerte de amigos cercanos, Edith comenzó a cuestionar el valor de la razón sin una base trascendente. Su conversión a la fe cristiana católica, después de leer la autobiografía de Santa Teresa de Ávila, marcó un punto de corte en su vida y pensamiento. A partir de este momento, la fe y la razón ya no eran para ella conceptos separados, sino realidades profundamente entrelazadas.
Un encuentro entre fe y razón. El enfoque de Edith hacia la fe y la razón está profundamente influenciado por su formación fenomenológica. A través de la fenomenología, buscó comprender la estructura de la experiencia humana, enfatizando la necesidad de una intuición esencial que va más allá de lo meramente empírico. Es posible conocer las cosas, a partir de lo que aparece (fenómeno), la razón puede remontarse hasta la esencia de las cosas. Es posible conocer lo que es, la razón puede conocer la realidad. Pero también atisbar el sentido del ser. La realidad no es sólo lo que conozco y digo con las palabras. La realidad impone a la razón la pregunta ¿porqué el ser?¿para qué el ser? Es como una sed de conocer la realidad y de encontrar su sentido más profundo.
En su obra "Ser Finito y Ser Eterno" (1936), explora cómo la razón humana, aunque limitada, tiene una capacidad innata para alcanzar lo trascendente. Según Stein, la razón puede llevarnos a reconocer la existencia de un Ser supremo, pero es la fe la que nos permite conocerlo íntimamente.
Stein argumenta que la fe no contradice la razón, más bien, la completa. La razón humana, por sí sola, es incapaz de comprender plenamente los misterios de la existencia, como el origen del ser o el sentido último de la vida. La fe, entonces, es un don que ilumina estas verdades, llevándonos más allá de las limitaciones de la razón. Sin embargo, la fe no se impone irracionalmente sobre la razón. Para Stein, la fe y la razón cooperan en la búsqueda de la verdad, cada una jugando un papel crucial en la realización del potencial humano.
La naturaleza de la verdad: convergencia entre fe y razón. La verdad se descubre a través de la convergencia de la fe y la razón. En su obra "La Ciencia de la Cruz" (1942), escrita poco antes de su muerte en Auschwitz, Stein reflexiona sobre el misterio de la Cruz como la revelación más alta de la Verdad divina. Aquí, la razón encuentra su límite en el sufrimiento y la muerte, pero la fe revela el Amor redentor de Dios, que trasciende todo entendimiento humano.
Para Stein, la verdad no es simplemente un conjunto de proposiciones abstractas, sino una realidad viva que se experimenta en la relación con Dios. La razón puede llevarnos a los umbrales de esta verdad, pero es la fe la que nos permite entrar en ella y ser transformados. Así, la verdad se convierte en un encuentro personal con Dios, donde la fe y la razón se unen en un acto de adoración y entrega.
La persona humana: unidad de cuerpo, alma y espíritu. Otro elemento central en la reflexión de Stein sobre la fe y la razón es su antropología, que ve a la persona humana como una unidad de cuerpo, alma y espíritu. Influenciada por la filosofía tomista, Stein sostiene que la razón es una facultad del alma que busca comprender el mundo y a Dios. Sin embargo, esta capacidad racional está orientada hacia una realidad trascendente que sólo puede ser plenamente captada por el espíritu a través de la fe.
Critica cualquier visión reduccionista del ser humano que ignore esta dimensión espiritual. Para ella, la dignidad de la persona radica en su capacidad para conocer y amar a Dios, una capacidad que se realiza plenamente en la fe. Al mismo tiempo, la razón juega un papel crucial en la vida espiritual, ayudando a purificar la fe de supersticiones y errores, y guiando al creyente hacia una comprensión más profunda de la Verdad divina.
Desde la perspectiva de Edith Stein, el humanismo cristiano se entiende como la afirmación integral de la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, y destinada a una comunión plena con Él. Para Stein, el humanismo cristiano constituye una visión que integra la dimensión espiritual de la persona con su vida racional y moral. En su antropología, Stein subraya que la verdadera realización humana solo se alcanza cuando la razón, iluminada por la fe, guía al individuo hacia el cumplimiento de su vocación trascendente. Esta visión humanista cristiana no se trata de una mera exaltación de las capacidades humanas, sino que las comprende orientadas hacia el amor y el servicio a Dios y al prójimo, reconociendo en cada persona una dignidad que trasciende lo meramente material.
La relación entre fe y filosofía. En la tradición cristiana, la relación entre fe y filosofía ha sido objeto de intenso debate. Edith, siguiendo a Santo Tomás de Aquino, ve la filosofía como una "sierva" de la teología, en el sentido de que la razón filosófica prepara el terreno para la revelación y ayuda a clarificar su contenido. Advierte contra todo intento de subordinar la fe a la razón, insistiendo en que la revelación divina tiene primacía sobre todo conocimiento humano.
A través del diálogo entre fe y filosofía, el creyente puede llegar a una comprensión más rica y profunda de los misterios de la fe. Este diálogo es especialmente importante en el contexto contemporáneo, donde la razón a menudo es considerada como la única fuente de conocimiento y donde la misma ciencia, racional y lógica, ha mostrado tintes ideológicos, más que basarse en evidencias. Edith propone también que la razón, sin la luz de la fe, es insuficiente para comprender las realidades más profundas de la existencia.
Fe y razón en la sociedad contemporánea. La reflexión de Edith Stein sobre la relación entre fe y razón tiene profundas implicaciones para la vida cristiana en la sociedad contemporánea. Vivimos en una sociedad cada vez más secularizada, donde, por un lado, la fe es a menudo es menospreciada y relegada al ámbito privado, y por otro, la razón es exaltada como la única fuente de conocimiento válido. Edith ofrece una visión alternativa que desafía esta dicotomía.
Ella invita a redescubrir la complementariedad entre fe y razón, mostrando cómo ambas son necesarias para una vida plenamente humana. La fe sin razón puede degenerar en fideísmos, fanatismos o irracionalismos, mientras que la razón sin fe corre el riesgo de convertirse en un instrumento de poder que deshumaniza a la persona.En este sentido, la integración de fe y razón es esencial para el desarrollo de una cultura verdaderamente humanista, donde la dignidad de la persona es reconocida y promovida.
En la vida cristiana, esta integración se manifiesta en una espiritualidad que no teme las preguntas difíciles de la sociedad ni rechaza la búsqueda intelectual, sino que ve en ellas un camino hacia una relación más profunda con Dios. La razón iluminada por la fe puede ofrecer luces de respuesta a los grandes desafíos éticos y existenciales de nuestro tiempo, desde la bioética hasta la justicia social, proporcionando un fundamento sólido para la acción cristiana en el mundo. En nuestra sociedad, a menudo se separa lo racional de lo espiritual, Edith propone que solo en la convergencia de ambos ámbitos podemos encontrar la verdad que da vida.
La reflexión de Edith Stein sobre la relación entre fe y razón sigue siendo relevante hoy en día, ofreciendo una visión profundamente integradora que puede iluminar tanto la vida personal como la vida comunitaria. La fe y la razón no son opuestas, sino complementarias. Juntas, nos llevan hacia un conocimiento más pleno de Dios y de nosotros mismos, abriendo el camino hacia una vida de plenitud y sentido.
Este legado de Edith desafía a los cristianos de hoy a cultivar tanto la fe como la razón, para beber de una fuente de fuerza y sabiduría que permita enfrentar los desafíos del tiempo. Al seguir el ejemplo de Stein, podemos redescubrir la riqueza de la tradición cristiana, que ve en la fe y la razón dos alas que posibilitan el vuelo hacia la verdad.
San Teresa Benedicta de la Cruz, nos regaló material abundante y profundo para crecer en la vida y en la fe.